martes, 3 de diciembre de 2013

Sobre la aceptación y otras tormentas.

Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes,’ declara el Señor ‘planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza. Jeremías 29, 11

Hace unas semanas tuve la oportunidad de confesarme con un sacerdote capuchino, y algo que se me quedó de la conversación que tuvimos fue la palabra "aceptación".

La RAE, define aceptar como: "Recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da, ofrece o encarga."

Si aplicamos la definición a la vida espiritual y plan de Dios, vemos que; lo que me dijo el hermano, tiene un significado mayor que, el oído poco acostumbrado dejaría pasar.

Entonces Satanás salió de la presencia del Señor, e hirió a Job con llagas malignas desde la planta del pie hasta la coronillaY Job tomó un pedazo de teja para rascarse mientras estaba sentado entre las cenizas. Entonces su mujer le dijo: “¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete.” Pero él le dijo: “Hablas como habla cualquier mujer necia. ¿Aceptaremos el bien de Dios pero no aceptaremos el mal?” En todo esto Job no pecó con sus labios. Job 2, 7-10

Uno de los temas centrales en este libro del Antiguo Testamento, es la aceptación de Job de su vida, de lo que le toca vivir.

Podría ser nuestro problema no el hecho que nos atormenta en sí, sino la aceptación de lo que nos sucede, o bien cómo lo estamos encarando.

Uno de los principales ejercicios que tenemos que aprender es, el de aceptar; tomar y recibir voluntariamente eso que se nos da o nos encargan. Pero haciendo este análisis, no miremos el hecho, miremos el rostro del Padre misericordioso en todo. Tenemos la gracia de la FE, creamos.

Todo podría resultar confuso si nos olvidamos que detrás de todo está un Padre que nos ama, que solo quiere nuestra edificación como persona, y en el modo espiritual.

Uno lo siguiente que me dijo el hermano capuchino, "detrás de todo hay un crecimiento espiritual".

Sé que sabes que Dios quiere nuestro bien, no puedo adivinar lo que Dios piensa en cada situación, pero debemos tener en cuenta la promesa que nos hizo Cristo.

"Enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden (he aquí)! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.” Mateo 28, 20

Con esta promesa podremos empezar a aceptar, lo bueno y lo malo. Dios ya hizo su parte, ahora toca a los hijos hacer lo que le corresponde. Recordemos la parábola de los dos hijos en Mateo.

"Un hombre tenía dos hijos, y llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, ve, trabaja hoy en la viña.’Y él respondió: ‘No quiero;’ pero después, arrepentido, fue. Llegándose al otro, le dijo lo mismo; y éste respondió: ‘Yo iré, señor;’ pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” “El primero” "Mateo 28, 29-31.

La relación con Dios no nace de la nada, nace de conocerlo, reconocerlo y cumplir su mandato de amor. Esperamos de él, pero nos olvidamos que se nos dará según nuestra fe, según el amor y según su misericordia.

Habrá cosas que no entendamos, pero otras que son consecuencia de nuestros actos, en mi grupo de oración siempre nos recalcan lo siguiente:

El hombre actúa, luego medita, y último pide la intervención de Dios (ora/reza). (Hice esto, digo "por qué lo hice", Diosito, ayudameNA)

Cuando en la lógica de Dios, se da al revés. Primero pedí su intervención, ora y pone los planes en sus manos, luego meditá las opciones para elegir la más adecuada al plan de Dios y a tu felicidad, y por último actua en consecuencia. Hay veces que Dios, respetando nuestra libertad, nada puede hacer porque consumamos el hecho según la ciencia del mundo, y él no es de este mundo.

Aún así, recordemos a Abraham y su nintervención para que Dios no destruya Sodoma, el Señor siente compasión y misericordia, así que no olvidemos de orar, y que encontremos esa ganancia en el crecimiento espiritual que nos deja cada situación para bien.

Otra buena técnica es, como el ciego Bartimeo, decirle al Señor esa frase que marca su vida, "que pueda ver". El ciego se llevó la bendición de que a parte de ver, vio al Señor!
Admiro el amor de Cristo, porque no le devolvió la vista física... él le regaló la mirada del corazón.

Bartimeo convivió con su ceguera, acudió a Dios con gritos, y se llevó, no solo lo que quería, sino lo que hacía falta para su salvación.

La aceptación te lleva a la sanación, porque "solo lo admitido, puede ser redimido" (otra gran frase que escuché de un hermano Capuchino),, lo contrario a la aceptación es la negación, aceptá tu debilidad para ser sanado.

Ponerse en paz con la realidad de uno, será el primer paso para ir modificando el mundo interior y ese corazón necesitado.

Aceptar parece difícil, pero...

Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros,¿quién estará contra nosotros? Romanos 8, 31

Hablamos de la aceptación, de las otras tormentas... ellas serán calmadas por él que vive en nuestra barca.

CONFIA


¡Qué Dios te bendiga!