martes, 1 de octubre de 2013

"Tan sólo di la palabra y mi siervo será sanado." Lc 7, 7

Empezar lo que quiero terminar va a ser difícil, pero vamos a hacer el intento. 

"Tan sólo di una palabra y mi siervo será sanado." Lc 7, 7

Quiero introducirles primeramente sobre el porqué en esta ocasión tomo esta lectura del evangelio de Lucas.

No recuerdo la fecha (habrá sido finales del 2005), sí recuerdo el momento y lugar, aquí una parte de esta historia.

Como es tradición en el Movimiento Peregrino (MP) fuimos a pasar un momento con los niños y niñas de un albergue, un hogar cristiano. Al finalizar nuestras actividades de apostolado (como solemos llamarlo), la directora del hogar nos entregó un dibujo hecho por un niño o niña a cada voluntario, cada uno de estos dibujos (todos diferentes) tenía una lectura bíblica.
El mío, ya en conocimiento de la enfermedad de papá, fue:

"Y cuando los que habían sido enviados regresaron a la casa, encontraron sano al siervo." Lc 7, 10

Creo que el Señor me comenzó a enseñar sobre la sanación real por la cual el hombre debe pasar, pero no profundizaré este tema, así que doy un giro de 180° a este escrito y deseo centrarme en el centurión de este relato, y fíjense que, si bien es la fe del centurión la que es admirada, él no aparece, ni hace contacto con Jesús (envía a unos ancianos judíos y luego a un grupo de amigos).
Este pasaje posee una infinidad de detalles, pero yo solo quiero centrarme en uno, uno que considero clave y me gustaría que sea rescatado en nuestros tiempos.

Este detalle es la "palabra", una sola palabra de Jesús basta, el centurión romano posee esa fe que Pablo menciona en su carta a los Hebreos:

"La fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve." Hb 11:1 

Palabra y fe van de la mano, y entiendo yo que el ejemplo y las acciones son claves en la forma de evangelizar este siglo, sé que muchos estarán pensando, "yo haciendo esto o haciendo lo otro demuestro a Cristo", y eso está bien, ahora lo que quiero es que reflexionemos si; cuando digo "voy", voy; si cuando digo  "lo hago", hago; si cuando digo "me encargo", me encargo realmente.

¿Por qué detenerse en esto? Porque la palabra TIENE FUERZA, tu palabra cambia a las personas, y la tentación del joven de hoy es borrar con el codo (es decir con la conducta) lo que se "dice" con la mano.

Y vuelvo a aclarar que, no estoy diciendo que una cosa suprime a la otra (prédica vs acción), solamente invito a reflexionar acerca de la fidelidad que uno tiene con su propia palabra, porque esa palabra basta para que otro quede sano.

Al parecer fue más sencillo de lo que me esperaba... por eso decido sumar un peldaño más a este análisis, el lenguaje, y es aquí donde veo que mi carrera (psicología) y mi religión convergen, el lenguaje es el reflejo de tu pensamiento, y tu pensamiento es conducta, cuando esto se alinea; tu vida, emociones y metas se alinean. Pero por sobre todo, tu FE se agranda ("Os digo que ni aun en Israel he hallado una fe tan grande"Lc 7, 9). Pensamiento, palabra y acción.

Domingos atrás escuchábamos en la lectura "quien es fiel en lo poco es también fiel en lo mucho" Lc. 16, 10

En lo particular soy de los que aún creen en la palabra de las personas, soy de las personas que tratan de llegar a la hora pactada, soy de los que creen que si alguien dice que lo va a hacer, espera que lo haga...

En esta escalera para llegar a la meta, subimos un peldaño más; me invito a reflexionar y que también reflexiones y que controlemos lo que decimos, y estemos preparados para justificar nuestras palabras. Si te animas a dar otro paso más continua leyendo; conozcamos nuestros corazones, ¿qué hay en el tuyo en este momento?

Mirarse a uno mismo para; encontrarse con Dios, ese Dios que habla de muchas maneras, mirar las impurezas y denunciarlas en el sacramento de la reconciliación, y el resto que ya bien es sabido, tu boca hablará de lo que abunda tu corazón, tu palabra será una con la del Padre, y tus pensamientos se orientaran a él, al igual que tus acciones también.

Te recomiendo un buen examen de conciencia, hablar con tu confesor, con tu comunidad, hurgar la palabra y en consecuencia las manos del alfarero pronto llegarán a vos.

Sincerarse con uno mismo y darse ese permiso de reconocerse limitado para que Dios se gloríe en esa limitación, solo así, podemos pedir la fuerza del Espíritu Santo, que es la fuerza de Dios, y no seremos nosotros quien buscaremos palabras de aliento de nuestro abanico de conocimientos sino que seremos movidos por Dios, para hablar al prójimo necesitado o como en el caso del centurión, interceder por él. Es por ello que el centurión dice de sí mismo "no soy digno de que entres en mi casa".

Seamos como el centurión, él tenía clara la idea de que Cristo tenía poder, y desde donde esté (pues Jesús nunca vio al siervo enfermo), bastaba solo eso, que ordene que se "cure" y así pasaría, este personaje, de quien solo sabemos su profesión y que amaba al pueblo judío, era fiel al mandato y a la palabra.

Hoy no es el milagro del sirviente del centurión, ni la fe del centurión lo que me anima a escribir, me anima avivar el fuego de que tu palabra tiene fuerza para transformar tu corazón y el de los demás, pero más aún, tiene el poder de que se obre acuerdo a tu fe.

Y termino con el comienzo...

"Tan sólo una la palabra y mi siervo será sanado." Lc 7, 7 (Evangelio del 17 de setiembre de 2012, fecha en la que papá retornó a los brazos del Padre)

¡Qué Dios te bendiga!

3 comentarios:

  1. Edgar.. desde esta mañana estaba esperando tu blog porque desde que empezaste en cada escrito pude sentir que Dios me hablaba y así como decis yo también creo que la palabra tiene la fuerza para transformar!! Te mando un abrazo grande.. te leo la proxima semana ;)

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    1. Gracias Ana!!! No hay mejor cosa como saber que al dar se recibe. Alegría compartida es alegría multiplicada.

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  2. Demás está decir que me encanta tu reflexión!!! Sigue creciendo en Sabiduría y Belleza este hermoso Hijo de María!!! ADELANTE!!! Y QUE DIOS TE LLENE DE SU GRACIA!!!

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